El materialismo es vulgaridad. Torpes envases de carne perdidos en el consumismo y el capital. O resecos corazones pululando en un simple sistema de reparto, de supuesto criterio social. Capitalismo y consumismo, conducen al ser por distintos caminos, pero al mismo lugar. Tienen el mismo resultado. Ambos son internos al materialismo. Condenan al ser, como una parte más del paisaje. Pero la esperanza de la Liberación Espiritual ya está agobiada de tanto norte, se cansó de la filosofía de cartón. Amor y alma no tienen cabida entre estos berrinches. El espíritu de liberación busca un algo más. No podrá nacer de la filosofía imperialista, tiene que ser acá, en el sur. Para evitar que el ser se convierta en una cosa, otra planta, otra piedra, se requiere de un sentido. Una filosofía-sentido que guíe. Una brújula filosófica que oriente y se pregunte ¿Cuál es el sentido trascendente de la vida y el mundo? Nuestra filosofía antiimperialista, tiene impresa el sentido de liberación en hechos históricos. Es el Sargento Cabral, con una voz consciente o inconsciente que dice “muero contento, hemos vencido al enemigo” y hace de la Liberación una causa sagrada, cuando ofrenda su vida. Es San Martín pasándole su sable a Rosas. Es Perón pidiendo “no me lloren, crezcan”. Es Evita anunciando volveré y seré millones. Es el Che muriendo en Bolivia. Es la voluntad del ser argentino de trascender su propia vida, su propio tiempo. Es la Eternidad Compartida.
Explicar-descubrir-inventar el sentido trascendente de la vida y el mundo es el deber de un Proyecto de Liberación sobre esta tierra. Mientras tanto, en la simpleza de los suburbios se escucha a lo lejos a una madre argentina decirle a su hijo “no seas egoísta”. ¿Acaso le está enseñando a su niño algo para su propio bien o para el bienestar común? ¿Le muestra una ventaja individual o es este un gesto noble y para el mundo? ¿No hay ahí algo de sentido trascendente de la vida y el mundo? ¿Algo de ser, estar y pertenecer a la Patria y al Pueblo trabajador? Esa victoria espiritual sobre la nada, el absurdo y el vacío, guardianes serviles del capitalismo y el despojo. Esa victoria espiritual, que es la causa del hambre de espíritu del ser argentino, en la versión siglo XXI, inmaterial, claro, pero sagrada. Un espíritu indomable asoma desde el sur, desde el amor, con una inquebrantable voluntad de vencer. Con la obligación moral y metafísica de vencer. Patria o muerte, venceremos.